Capítulo octavo.
Veo como la inmensa ola de agua
se acerca con una velocidad impresionante hacia mí. Sumergirme no me va a
servir de mucho, pero es lo único que puedo hacer. Aunque si la ola me estrella
contra el bordillo, estaré perdida. Así que me adentro lo más rápido que puedo
en el mar. Pero el tsunami viene demasiado rápido, y sólo me da tiempo a
avanzar unos diez metros. Cojo todo el aire que puedo y me sumerjo tanto que
toco el suelo con las manos. Espero a que la ola llegue y, cuando lo hace, la fuerza
del agua me empuja y me estrella contra la pared de piedra. No me adentré lo
suficiente. El golpe me deja exhausta, pero no me desmayo. Me he dado en la
cabeza y en el brazo derecho. Lo más probable es que me lo haya roto. Me duele
muchísimo y no puedo moverlo. La cabeza me duele mucho y casi no puedo pensar.
Me quedo sin aire. Muevo el brazo que me queda y las piernas, y vuelvo a
emerger. Cojo aire, por fin. El agua vuelve a estar tranquila. He sobrevivido,
he sobrevivido a un tsunami. Pero me he roto el brazo. Cojo una de los botes de
medicina de mi cinturón y me lo tomo. El dolor desaparece tanto de mi brazo
como de mi cabeza, y ya puedo moverlo y pensar de nuevo.
-Felicidades, Christine. Has
sobrevivido a la primera parte de esta sección de entrenamiento. Llevas en el
agua una hora y media. Te falta sobrevivir las siguientes siete horas y media.
Suerte-me sobresalto al oír la voz que sale de uno de los altavoces de alrededor
mío.
Tengo hambre. Busco en mi
cinturón las píldoras del hambre, pero han desaparecido. Entonces recuerdo lo
que ponía en el papel azul cielo: “sobrevive nueve horas. No hay animales
acuáticos peligrosos, sólo peces grandes y pequeños que tendrás que cazar si
quieres comer. Buena suerte.”
Tendré que cazar. No sé cazar.
Creo que voy a tener que quedarme sin comer.
Pasan las horas, y me canso.
Llevo demasiado rato moviendo las piernas y los brazos. Ya no siento nada.
Necesito un lugar donde hacer pie.
Voy nadando, poco a poco,
buscando un lugar para descansar. Nado unos cuarenta minutos, y llego al otro
extremo del mar artificial que Skeyndor me ha propuesto superar. Al llegar al
bordillo, noto arena bajo mis pies. Por fin un lugar para descansar. Y allí me
quedo hasta que anuncian:
-Quedan diez segundos. Nueve,
ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡¡Enhorabuena!! Has
sobrevivido.